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Toma de decisiones

Los últimos años se ha estado hablando mucho sobre el papel tan importante que desempeña la inflamación, y se ha establecido como un mecanismo principal de muchas de las condiciones degenerativas actuales. Encontramos inflamación en el contexto de enfermedades cardiovasculares, de Alzheimer, diabetes, cáncer, etc. Pero no se habla tanto de la inflamación en nuestra toma de decisiones. Sí, suena extraño, pero así es.

El gran problema no es no poder aprender tanto como nos gustaría. Lo intentamos al máximo, recopilando toda la información que podemos, leyendo los artículos y libros, atendiendo a conferencias, etc. El fallo es que tenemos toda la información y no hacemos nada con ella.  Las investigaciones muestran que del 50 al 80% de esta información no se utiliza. De acuerdo al CDC (centro de control y prevención de enfermedades de EE.UU) solo un 6% de la gente mantiene de manera consistente los cinco hábitos saludables principales: manterner un peso saludable, hacer suficiente deporte, no fumar, no beber en exceso y dormir lo suficiente. 

Y no es porque no sepamos  que éstas son las cosas que deberíamos estar haciendo. Es que no somos capaces de hacer estos cambios en nuestras conductas de manera efectiva. Da igual que sea una dieta vegana, paleo, carnívora, cetogénica…no importa realmente si no lo llevamos a cabo. El Dr. Perlmutter junto a su hijo, en su libro “Brain wash”, estudian lo que hay detrás de nuestra habilidad para tomar decisiones que sabemos que son, o no, buenas para nosotros. Hablan sobre dos áreas fundamentales que están implicadas. Una es la corteza prefrontal, detrás de la frente. Ésta es la zona sofisticada a la hora de tomar las decisiones, atendiendo a las consecuencias a largo plazo de la decisión que estamos tomando. Valorando lo que parece ser bueno o malo. La otra estructura implicada, la amígdala, es mucho más impulsiva. La que nos dice: “si quieres un donut ahora, que le den al futuro”.

Se ha visto, que hay muchos aspectos de la vida moderna  que determinan si funcionamos más en el modo sofisticado o nos dejamos llevar por la impulsividad. Y parece ser, como no, que  la inflamación tiene mucho que ver. No sólo la inflamación en sí, sino la generada por nuestra dieta, por la falta de sueño, la falta de ejercicio y por la carencia de comunicación con la naturaleza. Todo ello está influyendo en esa degeneración neuronal.

Uno de los aspectos más importantes es el sueño. Resulta que incluso una noche de sueño no reparador se asocia con un aumento del 60% en la actividad de la amígdala. Lo que significa que a la mañana siguiente tus decisiones van a ser mucho más impulsivas y tendrás mucha menos empatía con la gente. A todos nos ha pasado. Si no duermes bien estás mucho más irascible y comes mal. ¿Y qué provoca esto? Inflamación. La inflamación aumenta la grasa corporal, más comes, más pesas y peor duermes. Ya estás en el círculo.  Gary Taubes dijo: “No ganamos peso porque comamos más. Comemos más porque estamos ganando peso”. Es otra forma de verlo, pero que a mi me encanta, ya que reconoce que la grasa controla nuestra hambre, nuestra grelina, inflama y nos desconecta de nuestro cortex prefrontal.

Acabamos de ver que la falta de sueño afecta a la empatía cognitiva,  ¿y por qué es relavante? ¿qué quiere decir esto?.  La habilidad que tenemos, o no, de ver las cosas desde la perspectiva de otra persona (coincidamos o no), es otro punto importante para reconectar. Actualmente está muy fomentado el aislamiento por ideologías, sobre todo en las redes sociales. O bien eres vegano, o paleo, o keto. Yogui, fit, superficial. Científico o vendehumos. De derechas, de izquierdas. Esto nos encierra en un marco ideológico y excluye todo lo demás que podríamos estar aprendido, estando de acuerdo o no. Esta empatía cognitiva también es una función de la corteza prefrontal, por lo que es una herramienta importante que nos puede ayudar a volver a conectar.

Otra buena herramienta es la naturaleza. Hay estudios que muestran que estar tan solo 10 minutos en contacto con la naturaleza, disminuye de manera significativa el cortisol (la hormona del estrés). Y esto juega un papel en los neurotrasmisores, afectando a lo que ocurre en el intestino, la permeabilidad intestinal y la inflamación. La naturaleza nos permite reconectar rápidamente con la corteza prefrontal, retomar habilidad en la toma de decisiones y ser más empáticos, no solo con otros sino también con el entorno. Si no tienes acceso a “la naturaleza”, incluso mirar a una foto de naturaleza durante 10 segundos se ha visto que ayuda. Por supuesto las prácticas de mindfulness suponen un atajo al cortex prefrontal. Ya sea basado en la respiración, en sonidos (mantras) o cualquiera de nuestros sentidos, ya que nos permiten conectar con el cuerpo. Estas prácticas calman la amígdala, disminuyen el cortisol y la inflamación.

Pero no todo es cosa nuestra. El Dr. Perlmutter expone que las nuevas tecnologías y otras intervenciones activas (ya sea publicidad emergente, aditivos comida, etc), “hackean” nuestros cerebros de forma que nos cuesta más acceder a ese cortex prefrontal, el adulto de la sala, y tomar la buena decisión. De hecho, sabemos que mucha de esta impulsividad se refleja cuando estamos online. Y esto no es tontería, ya que el 42% de nuestro tiempo despiertos, lo pasamos frente a una pantalla. Eso es más de 6 horas al día. Y no es solo tiempo potencialmente dañino, sino también tiempo que no estamos empleando en hacer cosas buenas para nosotros. Como por ejemplo, tiempo para prestar atención y darse cuenta de que esto está pasando.

Todas las empresas tecnológicas tienen expertos para ver como manipulan nuestra atención. Cuanto más llaman nuestra atención, más tiempo gastamos en la plataforma y más dinero hacen. No solo los alimentos procesados actúan sobre nuestro sistema límbico de deseos y anulan nuestra corteza prefrontal. Si no que la luz artificial y el estilo de vida sedentario tienen el mismo efecto. Vivimos en un mundo que hace todo lo posible para explotar la parte impulsiva y emocionalmente reactiva de nuestro cerebro. Por lo que cuando utilicemos tecnología deberíamos preguntarnos si pasa el test de T.I.M.E ( término acuñado por Abel James, de Fat-burning man, y que me parece muy acertado):

T: ¿cuánto Tiempo estás empleando en esa tarea? Ya sea buscando artículos o conectando con nuestros amigos.

I: ¿es Intencionada? ¿cuál es el propósito? ¿qué esperas obtener de ello?

M: ¿estás de manera consciente (Mindful) cuando estás conectado y sabes que están intentando llamar tu atención?

E: ¿es el resultado Enriquecedor? ¿Es el balance positivo?

En otras palabras. ¿Ha sido una buena experiencia o desearías no haber gastado las últimas cuatro horas viendo eso? No se trata de desconectar y no utilizar la increíble tecnología digital que tenemos, pero sí de ser consciente de sus riesgos y empléala con criterio.

La adicción a la tecnología es una realidad. Y está muy relacionado con este “síndrome de desconexión”. Esto es, en sentido fisiopatológico, una desconexión de la amígdala con el centro que gobierna, el cortex prefrontal. Que también quiere decir una desconexión con la gente que nos rodea, significa desconectarse de los mensajes de nuestro genoma, de los mensajes de nuestro microbioma, etc. Por lo que nuestra misión es reconectarnos, volver a conectar con nuestro cuerpo. Queremos volver a conectar a nivel subcelular, con nuestro DNA, porque este desajuste entre nuestra herencia y nuestro medio ambiente juega un papel fundamental en las enfermedades actuales. Vivimos en conflicto con lo que nuestro DNA tiene programado.

Si quieres empezar a llevar hábitos más saludables, este es un primer paso. Ya que si no eres capaz de tomar buenas decisiones, no podrás seguir las recomendaciones que recibes.

Fuentes y referencias

1. Perlmutter D, Perlmutter A. Brain Wash: Detox your Mind for Clearer Thinking, Deeper Relationships and Lasting Happiness. Yellow Kite, 2020.

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